Recientemente el presidente de la república, Enrique Peña
Nieto anunció la Cruzada Contra el Hambre, un proyecto de corte social que
busca erradicar las muertes por desnutrición en el país.
Si bien es cierto que el sur del país es la zona donde impera el hambre, Puebla no está exenta de comunidades donde se sobrevive
con menos de un dólar diario y la ingesta calórica no supera las 1 mil 500
unidades que dictan los médicos.
Tan es así que el recién nombrado delegado de la Secretaría de Desarrollo Social en Puebla, Juan Manuel Vega Rayet afirmó que la entidad poblana tiene 500 mil poblanos que se encuentran en pobreza dimensional, es decir, “que prácticamente no tienen qué comer, son los pobres de los pobres”.
Aunque fríamente el porcentaje sólo llega al 6.7 por ciento
de los habitantes de poblanos que padecen pobreza multidimensional, -carecen de
acceso a un trabajo, vivienda digna, alimento, educación, servicios de salud y
públicos-, la estadística se agrava si consideramos que más de la mitad de los
poblanos -3.5 millones- se encuentran considerados como pobres, de acuerdo al
Coneval.
Los pobres sirven para la foto
Más que andar presumiendo en fotografías que me codeo con líderes nacionales, vergüenza me daría que un presidente tuviera que incluir a 14 de mis municipios en su programa de combate a la hambruna, porque yo no he sido capaz de generar en mi estado, las condiciones mínimas para que mis habitantes cuenten con empleos de calidad que les garanticen, al menos, el alimento diario.
Esa es sólo una de las diferencias que tengo con
aquellos que con tanto orgullo se dicen poblanos y trabajar por la
transformación de su estado.
La pobreza el botín electoral
El tema de la pobreza no es nuevo y por difícil de creer tampoco
será algo que se resuelva pronto, mucho menos porque la marginación es una
herramienta que garantiza votos y eso ningún gobierno lo despreciará, al fin
las víctimas serán catalogadas como “daños colaterales”.
Durante tres meses, los que prometan el cielo y el mar a los
futuros electores, entregarán a escondidas despensas y ofrecerán comilonas.
Pero la culpa no es sólo de los futuros y actuales gobernadores. Los electores, por muy pobres que sean, no son tontos. Algunos han crecido con la ideología “toma todo lo que te den y al final vota por el que te convenza”, otros más son fieles a estructuras “porque esta vez sí habrá un cambio”.
Así pues en el trágico tema de las muertes por hambre en
México, los responsables son nuestros actuales gobernantes, los futuros políticos
que elijamos pero por sobre todos ellos, nosotros como sociedad por mantenerlos
sin exigirles cuentas.
Los pobres en México no requieren más “apoyos paternalistas”,
necesitan escuelas, empleos, servicios médicos y obra pública, para garantizar
oportunidades iguales a todos los habitantes.
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