miércoles, 20 de agosto de 2014

Jale, jale fuerte

Se trató del mismo hecho, era la misma noticia, incluso la misma historia pero los estilos fueron el motivo de mi reflexión.

Durante el resumen final de un noticiero radiofónico, se comunicó la noticia. Con la cotidianidad del reporte carretero y a distancia del sitio, se anunció la muerte de dos personas en un accidente automovilístico en la carretera México-Puebla.

Hasta ese momento, el desafortunado suceso no había robado mi mayor interés. Fue en el transporte público cuando a fuerza de escuchar otro noticiero radiofónico llegó la reflexión.

Con el mote a cuestas de ser el noticiero del morbo, el conductor envió a corte comercial, anunciando con bombo y platillo que a su regreso, estarían -a través de un enlace telefónico-  en el lugar de los hechos.
Tras una serie de comerciales, regresaron y repitieron que en instantes irían hasta San Martín Texmelucan. Por fin la espera terminó.

El titular del noticiero se enlazó vía telefónica con el reportero en el sitio y después de los obligados saludos, comenzó el dialogo más o menos así:

-Te reporto que se trata de tres personas que fallecieron, se trata de una mujer y dos menores de edades como de entre 9 y 10 años. Los cuerpos fueron arrojados unos 100 metros. De acuerdo a testigos, venían (los occisos) en una bicicleta y cuando intentaron cruzar la autopista (México –Puebla) fueron impactados por un vehículo negro con placas del DF.

Todavía con la voz entera el reportero enfatizó: la escena es desgarradora.

Después vino un silencio. De esos huecos que dicen todo.

El titular del noticiero que había tenido ligeras intervenciones en el reporte, entendió y entró al quite.

-Jale, jale fuerte… sabemos que también es humano y que estas escenas nos doblan.

Para darle unos segundos, el conductor comenzó a relatar que las imágenes en donde se veían los cuerpos retorcidos estaban compartidas en la cuenta de Twitter y que llegaban a 200 mil seguidores; al notar que se requería más tiempo para recomponer al compañero, el titular siguió.

Decidió dejar el morbo y recordarle a la audiencia quién era ese reportero. Nos contó que la persona que estaba al otro lado de la línea había narrado la tragedia de diciembre de 2010 cuando 31 personas murieron quemadas tras los ríos de fuego que corrieron por las calles principales por una toma clandestina en los ductos de Pemex.

Ahí me enteré que el joven, que no cubre la fuente policiaca, también había colaborado con los reportes de las inundaciones de Julio de 2012 que obligaron al entonces presidente de la republica, Felipe Calderón, a visitar el municipio conurbado.  

Regresó la voz al reportero y el conductor le cedió los micrófonos. Él continuó señalando que el vehículo negro ya había sido detenido y que la zona estaba acordonada por elementos de la policía federal, municipal y médicos. Finalizó el reporte señalando que el tránsito en la autopista no estaba afectado y que los cuerpos continuaban en la acera.

Hasta aquí el relato.

Al comparar uno puede pensar que una estación fue mejor que otra o que uno u otro reportero fue más preciso; sin embargo lo que a mí me llamó la atención fue la frase de “jale, jale fuerte… sabemos que es humano y que estas escenas nos doblan”.

No solo habla de un jefe que entiende las debilidades de los colaboradores que antes que nada, también son personas, también demuestra la capacidad de asombro que como comunicadores perdemos en el vertiginoso mundo de las noticias.

Quizá lo que necesitemos no sean “notas que nos sorprendan”, tal vez lo que realmente nos hace falta es sorprendernos con las notas que hay.


Al final, para una estación el tema quedó muerto porque la nota pasó en el resumen, otra estación decidió lucrar con la muerte de la madre y sus dos menores. En ninguno de los dos casos ganó el periodismo.